EL
VIEJO
El
sol se perdía entre sangrantes colores, mientras la tarde moribunda pesaba sobre
nosotros.
El
calor del asfalto y de las baldosas de la vereda había ardido mis pies, mis
piernas hinchadas se resistían al paso.
Frente
a mí la parada de ómnibus llenos de rostros enajenados, doblegados por el
calor. Bocinas, ademanes, ronquidos de motores apurados.
Un
grito concentra las miradas en un punto, el hombre retrocede y aligera el paso
hasta la calzada. Se mueve con dificultad, debe tener más de setenta años. A su
espalda la gente sale de sí y murmura.
--
Milagrosamente freno el colectivero, - dicen a mi izquierda.
-- También... La
ocurrencia del viejo -- agrega otro.
Y
el viejo con su mirada transparente repite como diciéndose así mismo
-
Creí pasar, creí pasar…--
“--Los
miré y mordí mis labios, ahogué mil respuestas inútiles mientras la escena se
repetía bajo rostros queridos.
Me
acerqué a él midiendo mis pasos mientras buscaba la palabra exacta que
penetrara sin dañar, el ya no estaba. Desde sus ojos abiertos partía un rayo
hacia el infinito, su mirada plácida decía el rumbo.
Y
quedé allí, a su lado, masticando aquella angustia de impotencia. No sé cuánto
tiempo ni sé en qué momento tomé su mano. --“
“--Y el callejón se abrió en esas tardes de verano con el trampero de
caña tacua
- Hoy cayeron dos chamuchinas abuelo y el corbatita se
rendirá mañana. Lo juro por esta ya verás.--
- Hoy lo pondremos más alto en el ciruelo, ese que
está a la orilla de la acequia.--
- ¿Escuchaste abuelo?...Abuelo…--“
El silencio ganaba las
calles de la ciudad mientras las sombras las sombras jugaban con las luces
multicolores que encendían y apagaban; solo uno que otro paso cruzaba frente a
nosotros.
Caminamos lentamente hasta
la seccional más próxima.
El, de rato en rato, acondicionaba
su mirada sobre mí y sonreía.
¿Desde
qué centro partiría su puente al infinito?
Por momentos ganaba la
tentación de llevarlo a casa, rompería la soledad del cuarto de estudio y el
mate despertaría la mañana. Más imaginé su esposa, hijos o nietos buscándolo y
esto rompió la locura.
Llegamos. Su mirada paseaba
por cada parte de las distintas oficinas como queriendo juntar imágenes,
mientras las preguntas y revisaciones pasaban. El automatismo me espantó pero
callé para no inquietarlo.
Después la espera, en una
salita con bancos que alguna vez fueron pintados.
Y el silencio de la noche
con nosotros.
“-- Hoy soy pión para el riego abuelo, ya le dije a
Pancho. Me enseñará a cazar ranas, lo prometió. —“
Y el sin fin de recuerdos
olvida horas.
De pronto frente a mí una
lluvia de palabras y de rezongos. Una
mujer que tira del brazo del abuelo, mientras él repite a modo de defensa
“-
Salí…, salí a dar una vuelta. —“
“-- Pero papá, una vuelta.
—“
Yo
saludé y busqué la calle. Mis piernas se movían automáticamente.
“--¿Cuánto tiempo faltará
para partir a su mundo?
¿En qué punto estoy con
este ir venir sin más horizonte que un hoy material donde todo vale? ¿Y las
utopías? ¿Cuáles son los grandes valores?—“
--Todo
se desgrana…--
-- ¡Ve…! ¿Pero por qué me mira aquél en forma
desencajada…? –“
“--Sí, ya sé, mi costumbre
de hablar solo, en voz alta. —
- ¡Bah…! -
- Taxi, taxi…-
Son igual a un otoño
con menos soles y mas
noches,
igual a un otoño,
con matices cálidos e
intensos
Son suma de caras talladas por el tiempo.
Son un grito sin sonido
hacia el espacio semejante,
hacia el espacio imaginado.
Son un recuerdo detenido,
un despertar sin el futuro
acuesta,
un caminar sin orígenes.
Son silencios, ojos y manos
extendidas
hacia nosotros…,
estatuas de piedra…
- ¡Abuelo!... si estuvieras abuelo.
- ¿Decía señor? -
- No, nada. Doble a la derecha, la tercera casa con
rejas blancas.
María Esther Robledo Benavidez
Cuento “El
Viejo”
del libro Tejiendo Colores de Otoño---2018
El año 1986, Primera mención Concurso José Hernández en (en
cuento) organizado por F. A. T. S. A.
(Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad Argentina)