Raquel Gianella
Buenos Aires - Argentina
Camino al alma de mi barrio
Hoy las hojas amarillean
el temblor de mis recuerdos
y despliegan
las luces de ese parque.
Ese nombre luminoso de Irlanda.
Césped de mi niñez.
Tu mano,
abrigo invisible
acunaba mi hamaca
en un remolino de azul y verde.
Allí fui capaz de iniciar el vuelo
y de imitar a los pájaros.
Al rescate de veredas
por las calles de Flores
descubro las prisas del baile
que puso alas a mis ansias.
Y estiré mi cuerpo
oteando horizontes
para probar las luces
de las conquistas.
Adanes y Buenos Aires abiertos
y escandalosos de inocencias.
Te recuerdo, padre, acercando
el barrio a mis entrañas.
Allí donde se templan los olores
y las líneas de las casas.
El perfil de las esperas,
el tintineo de lo nuevo.
Recuerdo, ahora,
al recorrer esas tardes
que la plástica de mi alma
adquirió el olor a barrio.
Y pude ponerle nombre
a los novios, a los viejos,
a las estatuas, a los céspedes,
a los bordes de las esquinas,
al portero, al cartero,
a las frutas del mercado,
al tranvía noventa y nueve,
a los duendes.
a tus historias,
a tu silencio,
a tu compás de espera
frente al charco de lluvia
donde espejaba mi cara.
Se vuelve al barrio, padre,
por esa saludable endeblez del alma
que ansía el refugio primero.
Y extraño. Extraño...
La confianza iluminada
que me ofreció tu mano
al salir desde casa
al mundo.
Por las veredas de Gaona
enlacé mi cintura al compás
del bar La Humedad.
Rincón de cafés y confidencias
balcones a tragedias de tango.
Al hacer la mochila del nuevo viaje
pasé a sus alforjas, sin saberlo,
las veredas, los olores,
las miradas
de varones en mi espalda,
el camino de la escuela,
la maestra de piano,
los ribetes inconstantes
de los puestos de fruta
la placidez del domingo
la angustia adolescente
y los amores imposibles.
Angustias de los niños,
por ser niños.
De los jóvenes por ser jóvenes.
Y la nostalgia de no estar
protegida por tu mano.
Cuando la hamaca voló
al cielo y me dejó
sin tu sombra, padre,
tan temprano.
Cuando vuelvo
estas calles son y no son las mismas.
Como un escenario que conserva
sus ritos y no sus significados.
Pero he aprendido
que hay pasajes
por donde puedo transitar.
Donde se confunden inexplicablemente
las veredas de mis sueños
y mis desengaños.
Hay luces de ese parque
que me llaman, todavía.
Misterios ... pasajes...
Miradas sin tiempos...
Alma de mi barrio.
Siempre
Siempre esperamos
abrir las cárceles,
ordenar las vidas,
alumbrar los nortes.
Siempre esperamos
saltar los estados anónimos,
borrar las indiferencias,
ignorar los limites.
Transportando
nuestras humanidades
caminamos entre las gentes
del mismo modo.
Como el diario viaja
debajo del brazo.
En blanco y negro.
En silencio.
Domingos
Los domingos
tienen esa ternura especial
que riegan los goles y los vinos
Mientras el alma
desahuciada
buscando verdades
cada vez más inalcanzables
se pone a observar
como cambien las estaciones
y los ánimos
Cómo los hijos crecen
y se aman con otras gentes.
Allí se abre una gran sombra
que la soledad riega
Y entonces
Un día, decidimos cambiar
el rumbo de los domingos
Y nos ponemos en la piel
de los amantes
Y amamos
sin preguntar
Miramos
sin dolernos demasiado
por lo ido.
………………………
Así, que visto como pinta este domingo
he decidido amar
para no dejar de ser libre
Siempre.
Temas: Poesia
Raquel
Gianella es filósofa y escritora y ha
desarrollado ambas actividades de la mano del compromiso social y de género.
Fue docente y convencional constituyente en 1994. Actualmente integra el comité
académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón. Ha
publicado La vida que nombro (poemas) y Miradas encendidas (en coautoría con
Alejandra López Ferreiro), también editado por Catálogos, un homenaje a los militantes
sociales y políticos de la década del setenta.
Horacio Gonzalez
“Los escritos de Raquel
Gianella son vástagos del diario personal, de la carta reservada y de una
confesión -aunque dolorida- serena.
En
cada uno de esos casos, la escritura toma el aspecto de la meditación desolada,
del amor invisible y de una reflexión sobre la añoranza de lo imposible.
A veces, una sentenciosa frase corta, que con su leve metafísica une a las almas errantes, deja paso al período largo en que un jadeo incesante recorre las formas amorosas que yacen tanto en bares de la ciudad como en la naturaleza, donde ‘el amor se fue volviendo roca en la arena’.
La intención aforística y de apuntes de viaje que poseen estos escritos, los hace una región especial de la poesía lírica, entendiéndola como un vasto encadenamiento de palabras apasionadas que vacilan en encontrar su ambientación cotidiana.
El trabajo de Raquel Gianella compone un monólogo de carnosa espiritualidad. No es fácil encontrar en él los sonidos del mundo práctico y realista, como si toda la vida afectiva de los seres corrientes se convirtiese en un diario cargado de alientos incorpóreos.
Pero en estos textos tan trabajados, dejar que lejanas deidades, que remotos paisajes de un extraño diario amoroso permitan entrever los golpes tangibles de la vida, es su evidente primicia. Los nombres singulares acechan en la sombra del escrito sobre pasiones que sólo dicen secretamente un nombre.”
Horacio Gonzalez, Bs.As. 2006
A veces, una sentenciosa frase corta, que con su leve metafísica une a las almas errantes, deja paso al período largo en que un jadeo incesante recorre las formas amorosas que yacen tanto en bares de la ciudad como en la naturaleza, donde ‘el amor se fue volviendo roca en la arena’.
La intención aforística y de apuntes de viaje que poseen estos escritos, los hace una región especial de la poesía lírica, entendiéndola como un vasto encadenamiento de palabras apasionadas que vacilan en encontrar su ambientación cotidiana.
El trabajo de Raquel Gianella compone un monólogo de carnosa espiritualidad. No es fácil encontrar en él los sonidos del mundo práctico y realista, como si toda la vida afectiva de los seres corrientes se convirtiese en un diario cargado de alientos incorpóreos.
Pero en estos textos tan trabajados, dejar que lejanas deidades, que remotos paisajes de un extraño diario amoroso permitan entrever los golpes tangibles de la vida, es su evidente primicia. Los nombres singulares acechan en la sombra del escrito sobre pasiones que sólo dicen secretamente un nombre.”
Horacio Gonzalez, Bs.As. 2006
1 comentario:
Una poesía que toma el corazón, lo abre, hojea sus páginas humedeciendo el indice derecho con su lengua y otras veces con alguna lágrima... y asi, desde ahí brotan sus versos, su vivencia el escozor y cierta sonrisa, la complicidad con lo narrado.
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