Admiras a Jorge Luis Borges,
a los tigres,
al cóndor.
Para ti.
María Esther
El Tigre
Iba y venía, delicado y fatal, cargado de infinita energía, del otro lado
de los firmes barrotes y todos lo mirábamos. Era el tigre de esa mañana, en
Palermo, y el tigre del Oriente y el tigre de Blake y de Hugo y Shere Khan, y
los tigres que fueron y que serán y asimismo el tigre arquetipo, ya que el
individuo, en su caso, es toda la especie. Pensamos que era sanguinario y
hermoso. Norah, una niña, dijo: Está hecho para el amor.
El oro de los tigres
Mi último tigre
En mi vida siempre hubo tigres. Tan
entretejida está la lectura con los otros hábitos de mis días que
verdaderamente no sé si mi primer tigre fue el tigre de un grabado o aquel, ya
muerto, cuyo terco ir y venir por la jaula yo seguía como hechizado del otro
lado de los barrotes de hierro. A mi padre le gustaban las enciclopedias; yo
las juzgaba, estoy seguro, por las imágenes de tigres que me ofrecían. Recuerdo
ahora los de Montaner y Simón (un blanco tigre siberiano y un tigre de Bengala)
y otro, cuidadosamente dibujado a pluma y saltando, en el que había algo de
río. A esos tigres visuales se agregaron los tigres hechos de palabras: la
famosa hoguera de Blake (Tyger, tyger, burning bright) y la definición de
Chesterton: Es un emblema de terrible elegancia. Cuando leí, de niño, los
Jungle Books, no dejó de apenarme que Shere Kahn fuera el villano de la fábula,
no el amigo del héroe. Querría recordar, y no puedo, un sinuoso tigre trazado
por el pincel de un chino, que no había visto nunca un tigre, pero que sin duda
había visto el arquetipo del tigre. Ese tigre platónico puede buscarse en el
libro de Anita Berry, Art for Children. Se preguntará razonablemente ¿por qué
tigres y no leopardos o jaguares? Sólo puedo contestar que las manchas me
desagradan y no las rayas. Si yo escribiera leopardo en lugar de tigre, el
lector intuiría inmediatamente que estoy mintiendo. A esos tigres de la vista y
del verbo he agregado otro que me fue revelado por nuestro amigo Cuttini, en el
curioso jardín zoológico cuyo nombre es Mundo Animal y que se abstiene de
prisiones.
Este último tigre es de carne y hueso. Con evidente y aterrada felicidad llegué a ese tigre, cuya lengua lamió mi cara, cuya garra indiferente o cariñosa se demoró en mi cabeza, y que, a diferencia de sus precursores, olía y pesaba. No diré que ese tigre que me asombró es más real que los otros, ya que una encina no es más real que las formas de un sueño, pero quiero agradecer aquí a nuestro amigo ese tigre de carne y hueso que percibieron mis sentidos esa mañana y cuya imagen vuelve como vuelven los tigres de los libros.
Este último tigre es de carne y hueso. Con evidente y aterrada felicidad llegué a ese tigre, cuya lengua lamió mi cara, cuya garra indiferente o cariñosa se demoró en mi cabeza, y que, a diferencia de sus precursores, olía y pesaba. No diré que ese tigre que me asombró es más real que los otros, ya que una encina no es más real que las formas de un sueño, pero quiero agradecer aquí a nuestro amigo ese tigre de carne y hueso que percibieron mis sentidos esa mañana y cuya imagen vuelve como vuelven los tigres de los libros.
Atlas
EL OTRO TIGRE (*)
Por Jorge Luis Borges
Pienso en un tigre. La penumbra exalta
La vasta Biblioteca laboriosa
Y parece alejar los anaqueles;
Fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,
Él irá por su selva y su mañana
Y marcará su rastro en la limosa
Margen de un río cuyo nombre ignora
(En su mundo no hay nombres ni pasado
Ni porvenir, sólo un instante cierto.)
Y salvará las bárbaras distancias
Y husmeará en el trenzado laberinto
De los olores el olor del alba
Y el olor deleitable del venado;
Entre las rayas del bambú descifro
Sus rayas y presiento la osatura
Bajo la piel espléndida que vibra.
En vano se interponen los convexos
Mares y los desiertos del planeta;
Desde esta casa de un remoto puerto
De América del Sur, te sigo y sueño,
Oh tigre de las márgenes del Ganges.
Cunde la tarde en mi alma y reflexiono
Que el tigre vocativo de mi verso
Es un tigre de símbolos y sombras,
Una serie de tropos literarios
Y de memorias de la enciclopedia
Y no el tigre fatal, la aciaga joya
Que, bajo el sol o la diversa luna,
Va cumpliendo en Sumatra o en Bengala
Su rutina de amor, de ocio y de muerte.
Al tigre de los símbolos he opuesto
El verdadero, el de caliente sangre,
El que diezma la tribu de los búfalos
Y hoy, 3 de agosto del 59,
Alarga en la pradera una pausada
Sombra, pero ya el hecho de nombrarlo
Y de conjeturar su circunstancia
Lo hace ficción del arte y no criatura
Viviente de las andan por la tierra.
Un tercer tigre buscaremos. Éste
Será como los otros una forma
De mi sueño, un sistema de palabras
Humanas y no el tigre vertebrado
Que, más allá de las mitologías,
Posa la tierra. Bien lo sé, pero algo
Me impone esa aventura indefinida,
Insensata y antigua, y persevero
En buscar por el tiempo de la tarde
El otro tigre, el que no está en el verso. (*)
(*) Fuente: Jorge Luis Borges, El hacedor, Obras completas, Vll, Buenos
Aires, Emecé, pp.202-203.
El vuelo del Cóndor
No hay comentarios:
Publicar un comentario