miércoles, 28 de julio de 2010
LIliana Chavez Córdoba Argentina
TRABAJOS EN NARRATIVA
Liliana Chavez.
Ritual
La silla alta me mantenía aprisionada contra la mesa y a mis pequeñas manos, apareadas en el borde.
Columpiaban mi pies sus guillerminas blancas, casi con timidez; mi nona no quería escuchar otro sonido que el chirrido de brasas en el alma de la plancha.
Anudaba a la cintura su delantal con pechera y colocaba el rociador sobre la tabla de planchado. Sus manos, entonces, desparramaban maña al sazonar con almidón las prendas que, después de una buena dosis de calor, quedaban sedadas, unas sobre otras, invitándome al sueño.
Pero la nona nunca dejaba los goces a la intemperie y, al despertar de mi modorra, la veía enharinando la mesa , sobando la masa para los panecillos de cebada que, oliendo a leños, acompañarían la merienda de los nietos.
La madriguera (Versión breve)
La comadrona rechazó el ofrecimiento de pago que la joven le hacía y aunque una ponedora siempre venía bien, esta vez , no le pareció correcto cobrar por sus servicios; pese a todo su esfuerzo, no había podido salvar al niño.
Tomó al recién nacido y lo colocó en brazos de Elisa. La muchacha lo observó con mirada extraviada y mientras lo envolvía en una manta, pensó que, por el color de piel se parecía al hombre aquel que había andado de paso en Pozo del Rey.
Fue ya en el monte, bajo un tala añejo, que los recuerdos del forastero aparcaron en su cabeza: la boca alcoholizada del hombre buscando sus labios, las manos ásperas desgarrándole la ropa, el piso frío donde la dejó tirada.
Aún sudando y con las espinas aguijoneando su corazón, se enderezó de golpe al descubrir, entre piedras, un hoyo profundo. Rezó lo poco que recordaba del Padrenuestro y sin ni siquiera un nombre, enterró al niño en la madriguera.
Francisca Correa
Siempre creí a la anciana, dueña de esa parte del río tulumbano que terminaba justo en el hoyo de aguas profundas donde mis hermanos y yo nos bañábamos. Treinta años de ceguera le habían amaestrado los pasos. La palma de su mano reconocía cada piedra y hasta sabía el exacto lugar del adobe donde habitaban las curucuchas. Pasado el mediodía, se la veía amasar sobre el tablón, bajo una higuera que le llenaba el cuerpo de sombras retorcidas. Luego, con el cesto repleto, descendía al río a vender peperina y tortillas recién horneadas. Un palo de aguaribay, repujado por su destreza de años, la conducía segura por el borde sinuoso del curso de agua, aunque, en realidad, no lo necesitaba; cada rincón del lugar estaba impreso y a resguardo en su mente.
Por eso me extrañó la noticia. Doña Francisca murió ahogada en el foso de aguas profundas y, según dijeron, simplemente, envejeció su memoria.
El empeño
Cuesta caminar entre tanta gente. Un hombre me lleva por delante, voltea la cabeza y algo dice. Me detengo un momento para cerciorarme que la pequeña caja sigue en el bolsillo de mi saco. Es ahí señora –indica con el dedo la rubiecita cuando le pregunto por el Banco. El edificio es enorme; un agente de policía, al verme tambalear, me ayuda a subir las escalinatas. Casi dos horas de cola. La fila avanza lentamente y el tiempo sumerge mi cabeza en la angustia. Finalmente, tengo al dependiente frente a mí. Revisa lo que le entrego mirándome por encima de los lentes. Pesa los aros criollitas, la cadena con crucifijo y la pulsera, hace operaciones en la registradora. Cruje mi estómago en cada vuelta de manivela. Trescientos veinte, dice, mientras coloca los billetes sobre la palma de mi mano. Balbuceo palabras que salen a tientas de mi boca. Pienso en mi madre, vestida con su único trajecito y en su cuerpo ya frío esperando, un ataúd que demora.
La gruta de la Virgen
Siempre estaba sobre la mesa de luz de mi tía Lidia. Se la había regalado un hermano suyo, ya fallecido. La gruta, amarilla y revestida en salpicré, de increíble belleza, resguardaba una virgen morena. La tía la mezquinaba y, con toda razón , nos acusaba de atormentarla con peticiones sin sentido.
Un buen día ocurrió lo inesperado. Urdimos una guerra entre indios y soldados, utilizando los almohadones de su cama como trincheras. Una flecha de madera abatió la lámpara y el cable arrastró consigo la venerada imagen. Fue inútil todo desesperado intento por evitar que cayera. Éramos tres los arrodillados, rezando confusas oraciones con los ojos cerrados cuando se escuchó la voz de la tía.
- Se limpian las rodillas, alzan sus juguetes y se van a jugar al patio.
Recién entonces, nuestros ojos se atrevieron al vislumbre. Todo estaba intacto.
Salimos en fila india, como continuando el juego y temiendo, deshacer el milagro.
Liliana Chavez.
1.
Hay algo en vos
que hace de todo lo oscuro
transparencia.
Indelebles las palabras
límpidas
sin siquiera
una sombra.
2.
Mira, no dejes de mirar.
Ese ave, como la ves,
busca tu alfeizar
cada tarde
Reza en tu ventana
su simple oración
de brisa.
Sólo adivina, quién
te la envía.
3.
Ya no me resisto.
Seducida, persigo
esa insinuación
que no me deja.
4.
Este amor
en pétalos caído
sobre tu ingle…
¿te parece obsceno?
y qué hay de las voces baldías
de las lenguas que no buscan,
del sexo sordo
Y del hastío a dos puntas
qué.
No puedo trizar del corazón
su avaricia
volver mis pezones
un llano de nulos espejismos.
He donado a la penumbra
estas pequeñas cruces,
el ripio que ningún viento
lleva y así,
con esa misma desnudez
entre sus sábanas busco
el silencio que todo
lo dice
a espaldas
y lejos de la mirada
todo.
5.
A tus ojos
he cedido
lo insinuado.
A tus dedos
la textura de mi blusa
su camino
celebrado
de ojales
y botones.
6.
Te recorro. Transito
desde tus pies
a los oteros extremos.
Persigo los insinuados dones,
el movimiento sutil
de unas manos
que se ofrendan al aire.
Recorro tu dispersa selva
toda y hasta incluso
la del cauce más profundo
de tu boca.
En silencio escucho
esa hiedra tuya de palabras la insumisión
de una respiración improlija
que deseo beber
mientras te beso.
Te recorro todo
hasta la cima final
que me imponga
tu mirada.
Liliana Teresa Chavez, es periodista, narradora y poeta. Nacida en Deán Funes, en 1956. Reside desde hace treinta años en Córdoba capital. Ha obtenido numerosos premios en ambos géneros literarios. Participa en Encuentros de Escritores provinciales, nacionales e internacionales. Es asociada a ECA (Escritores Cordobeses Asociados) y pertenece al Directorio de REMES (Registro Escritores Españoles). Su obra se encuentra en revistas impresas y virtuales, antologías y libros compartidos. Es corresponsal de la Revista “La Quimera” de Misiones, integrante del Staff de Redacción del Boletín Literario Basta ya! de Córdoba, Corresponsal y parte del Equipo de Redacción de la Revista Artesanías Literarias de Israel. Es parte integrante del Grupo Poético El Ático, con el cual ha editado “Jueves”. Libro de Poesía, “Sobre lo baldío”. Tiene inéditos un libro de cuentos y una novela.
Entrevista realizada por Gustavo Tisocco y publicada el 18 de Julio de 2007 en
www.mispoetascontemporaneos.blogspot.com.
¿Qué es para usted la poesía?
La poesía es para mí, oído y voz de la vida. Plagio de las horas y los sueños. Contemplación. Es ese reguero de palabras que nace en las entrañas y se derrama al mundo luego de atravesar las venas.
¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas virtuales, ñusleter, blogs etc?
En el interior es difícil editar, más que en Buenos Aires. Las páginas de Internet, las revistas virtuales, los blogs, etc. se hacen indispensables entonces para estar actualizados, conectados, para poder poner nuestra obra al alcance de otros. Incluso para ser conocidos físicamente que antes, podía escucharse de un autor pero era viable que no se lo conociera visualmente.
¿Podría usted contarnos un poco de su vida, de sus obras publicadas, sus premios, su actividad literaria?
Soy del interior del interior. Nací en Deán Funes, un pueblo al norte de la provincia de Córdoba, hoy una ciudad pequeña. Nieta e hija de ferroviarios, desde mi patio solía escuchar la campana de la Estación anunciando la salida de los trenes. Tuve una familia contenedora y una infancia feliz. Pese a que hace treinta años que resido en Córdoba Capital, todos dicen que conservo la tonada propia de mi pueblo. Escribo desde los 13 años. Me considero autodidacta. Estoy casada, tengo tres hijos. En el 79, cuando nació el mayor, decidí alejarme por un tiempo de la literatura para cuidar de él pero ese tiempo se prolongó con la llegada de otros y así pasaron 23 años hasta que, ya grandes, supe era el momento de dedicarle mi tiempo a la escritura, un amor que no había olvidado y que, de a poco, recobraba. Todo lo publicado (17 antologías) es fruto de premiaciones. El resto está en plaquetas, CD, revistas virtuales e impresas. He obtenido numerosos premios en ambos géneros. Actualmente dicto talleres de narrativa, soy corresponsal por Córdoba de la Revista misionera La Quimera. Colaboro en otras y acabamos de presentar “Jueves”, Antología Poética del Grupo El Ático al que pertenezco.
http://boletinliterariobastaya.blogspot.com/2007/08/entrevista-liliana-chvez.html
Conduce Luna de Pájaros
Un espacio para la poesía, la música y el arte
Liliana Chavez por FM Activa, los lunes de 20 a 22 hs.
Más información sobre Luna de pájaros http://www.programalunadepajaros.blogspot.com/
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3 comentarios:
Exquisto todo lo que proviene de su pluma...Liliana es una persona valiosa que admiro mucho, una gestora de la palabra, mi amiga....
Claudia es así, fue un orgullo que viniera a San Juan, conocerla y que entretejiera con nosotros este hacer de las palabras. Es muy cálida, abierta, emprendedora y conocedora del camino de las letra que recorre. Siempre suma.
A Lily Chávez se la puede leer repetidamente porque su voz siempre nos descubre nuevos matices de vida, es un placer leerla y más aún conocer su esencia.
Los felicito por el espacio que le han brindado y que generosamente comparten.
Desde Rosario, mi ciudad, un cálido abrazo.
Betty Badaui
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