La innecesaria
confrontación entre los libros y la tecnología digital
A esta altura de los
acontecimientos nadie se horroriza – como solía ser una costumbre de antaño –
aseverar que el libro está pasando por una transformación histórica y profunda.
Internet y la digitalización de los textos
hicieron realidad el acceso instantáneo y gratuito a miles y miles de textos.
Tantos que no alcanza la vida de uno, o de unos cuantos, para leerlos a todos.
Esto, empero, no es algo reciente, Ya en
1971 se inauguró la primera biblioteca virtual, la denominada Proyecto
Guttenberg que hoy contiene más de 28.000 títulos gratuitos – casi
la misma cantidad contenida en la biblioteca Juan Bautista Alberdi de mi
ciudad, Punta Alta – y sigue siendo una
de las más confiables.
La tecnología ha avanzado tanto en este
campo que los dispositivos de producción y de distribución ya no se limitan sólo
a Internet o a la PC. En
Japón, por ejemplo, cualquiera puede
leer y también escribir sus libros en los teléfonos celulares.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo será la
apariencia del libro en la próxima década ni en qué formato se distribuirá. Lo
que sí es seguro es que el poder de Internet cambiará totalmente a lo que los
editores denominan “libro” y también que las nuevas generaciones seguirán
leyendo novelas, cuentos y poemas en papel, por el solo placer de hacerlo así.
En este trabajo simplemente expondremos los
temas y no adoptaremos postura alguna, a favor o en contra, de libros
electrónicos y de libros de papel. No podríamos hacerlo nunca porque ni los
autores y mucho menos los editores y los distribuidores lo hacen.
El pragmatismo comercial – éste sí ha
avanzado y tiene bien en claro cómo comercializar libros, sean éstos de un tipo
o del otro – indica que quienes negocian con libros están buscando un
equilibrio entre los dos formatos: el que conocemos desde hace siglos y como
Dios manda, y el engendro electrónico que, seguramente en el futuro, será como
Dios manda.
A la hora de la inevitable y dolorosa
comparación, las ventajas de un libro consistente en pixeles son:
- el costo de la distribución es casi nulo;
- la interacción entre autor y editor es más fluida;
- aún más fluida es la interacción entre autor y lectores;
- habida cuenta de esta interacción, y dada las disponibilidades técnicas de cada parte, los lectores pueden manejar el texto a gusto, aun al riesgo de modificarlo según sus propios gustos e intereses, algo que hasta ahora nunca había acontecido en la historia de la literatura. Ya no será posible para el autor dominar todos los hilos del texto, y eso le provoca gran aprensión, hasta temor;
- el cambio más significativo, sin embargo, es que el libro ya no es un objeto estático, unitario, aislado. Al estar digitalizado, entra en la red mundial y, al interactuar con otros contenidos, toma formas inesperadas.
No obstante, es casi improbable, al menos en el futuro cercano, que el libro sea reemplazado por el envío digital vía computadora o por un e-book. En todo caso, coexistirá con ellos. Todo estará contenido en Internet y la lectura por placer continuará existiendo disponible en formato papel.
Los libros electrónicos actuales, e-books según su acepción en idioma inglés, tienen el tamaño de un volumen de bolsillo y son tan delgados como un lápiz – ¡Y se pueden llevar a la cama!, algo que fue motivo de quejas de muchos nostalgiosos al verse en la necesidad de leer frente a la pantalla de un monitor de PC – . Tienen conexión inalámbrica a Internet para bajar a alta velocidad libros, periódicos y revistas.
También pueden conectarse a la notebook o
En estos aparatos se pueden leer libros, revistas, diarios y cualquier documento electrónico. Suelen venir cargados, en forma gratuita, con cien clásicos de la literatura. Los títulos pueden bajarse de las librerías virtuales a muy módico precio. Amazon – la más famosa – cuenta con 230.000 ejemplares. Sony tiene 500.000 ejemplares libres de los derechos de autor.
Entre sus funciones avanzadas se destacan la posibilidad de resaltar textos, hacer marcas de párrafo y buscar por título o por autor. Pesan entre 300 y
Pero hasta aquí hablamos de lectura, y, como escritores que somos, debemos incorporar a
nuestra realidad literaria que la revolución digital modificó por completo los modos de escribir, además de los de leer. Sobre todo con las herramientas de publicación instantánea.
La más popular es el blog, que según anuncia
Blogger – una famosa plataforma de creación de blogs – permite crear uno en
sólo tres pasos.
Cientos de millones de personas adoptaron –
adoptamos – entusiastas esta herramienta que nos permite dejar constancia, a la
vista de quienquiera que tenga acceso digital, de nuestros pensamientos más
profundos, nuestras experiencias más íntimas, nuestros relatos, nuestros poemas
y todo lo que deseemos escribir.
Al
mismo tiempo que podemos interactuar con otros bloggers de cualquier lugar del
mundo, saber en tiempo real cuántas personas nos han leído y cuántas no están
leyendo, cuántas personas nos han visitado y cuántas no están visitando,
cuántos seguidores tenemos, además de difundir, publicitar y – ¿por qué no? – vender el producto escrito y
mostrado en un blog.
Este sistema ha desatado un huracán de
publicación desenfrenada con el consecuente cambio brusco de las reglas de
funcionamiento del sistema literario.
Consideramos al blog como uno de los
soportes más cómodos y adaptables a los fines de la estructura literaria,
aunque su finalidad es múltiple. Sin embargo, ya pululan los agoreros que han
decretado su muerte y reciben con entusiasmo las bondades de otras plataformas
como Facebook, Second Life o Twitter, este último una suerte de blog de
comunicación que permite expresarse en poco más de 120 caracteres solamente y
asegura una conexión en línea permanente.
Todo lo escrito hasta aquí, ¿amerita a confirmar
que se muere la lectura?
El futuro de la lectura sobre papel asusta
porque, para muchos, leer no sólo es conocer, sino también imaginar, pensar,
sentir, creer y, sobremanera, autoconstruirse socialmente en el mundo del
sentido y el simbolismo, y prepararse para la comunicación con los otros seres
humanos.
No obstante, la lectura se ve amenazada no
tanto por los dispositivos sino por la aparición de nuevas prácticas culturales
relacionadas con la lectura digital, por un lado la implosión de la noción de
autor individual, de texto cerrado y la intangibilidad y sacralidad de lo
escrito como vehículo de conocimiento. Y por el otro, la omnipresencia de la
imagen – a la que debemos ver como amiga y no como enemiga – su edición y su
transformación en formas más sofisticadas pero también masificadas.
Con el advenimiento del paraíso digital y de
su almacenamiento en Internet, las imágenes son cada vez más fáciles de crear,
guardar, recombinar en narrativas complejas y remanipulables para todo el público.
Como nunca antes en la historia de la humanidad.
Se han vuelto por primera vez maleables como
las palabras de un texto y, en un futuro no muy lejano, las alfabetizaciones
mediáticas masivas permitirán realizar con respecto a las imágenes el mismo tipo
de creación y de consumo que durante siglos nos regalaron los textos de los
libros. Cuando ello ocurra, la lectura como hoy la conocemos se verá seriamente amenazada.
Pero debemos, acaso por conveniencia, pensar
en términos de reinvención más que de muerte de la lectura. Acaso, se insiste,
con esta nueva forma de lectura y con el soporte de la tecnología digital, los
lectores podrán ser, a su vez, escritores, que dispondrán no sólo de palabras,
sino también de imágenes, de sonidos, de objetos y de efectos combinados entre
ellos.
Será cuestión de barajar y dar de nuevo.
A la lengua, en tanto, le quedan, además de
los libros y de los textos – digitales o analógicos por denominarlos de alguna
manera – unos cuantos campos en los que hoy se está gestando: la publicidad, la
música, el periodismo, el deporte, la moda, las relaciones sociales y
laborales, y en muchísimos otros lugares externos a los libros en sí.
Todo lo que pasa con los libros, con la
lectura y con las nuevas tecnologías no significan el fin de nada. Es el
nacimiento de una nueva era, como en su momento ocurrió con la imprenta de
Guttenberg.
Los escritores estaremos de parabienes si
adscribimos a lo digital – de hecho todos lo hacemos directa o tangencialmente
– porque los habitantes de este planeta podremos usufructuar las bondades de un
sistema de lecto-escritura multimedial democrático y masivo como nunca antes aconteció
en la historia de la humanidad.
Será cuestión – y las disculpas por la
insistencia – de barajar y dar de nuevo.
Lic. Sergio Soler.-
Referencias:
Revista
Ñ, 25 de abril de 2009, edición especial titulada “El libro y el pensamiento en
la era digital”;
Revista
Ñ, 13 de junio, 2009;
Revista
El Monitor de la Educación Común ,
Ministerio de Educación de La Nación ,
N° 13.
Artículo
titulado “Resistirá” de Humberto Eco, diario Página 12, 7 de diciembre de 2003.
SERGIO SOLER
Serie de tribulaciones
I – Del sino
que irrumpiera el incesante goteo de los instantes.
Y el Caballo no hubiese traspasado los muros troyanos;
Y Barrabás hubiese sido crucificado;
Y César hubiese muerto anciano de gloria;
Y el Genovés hubiese naufragado en medio del océano.
Y la Bastilla no hubiese sucumbido;
Y el Hombre no descendería del mono;
E Hiroshima hubiese sobrevivido.
Y no existiría este poema.
Tan sólo eso.
II – También del sino
¿La piedra cae al suelo o el suelo sube a la piedra?
¿Hacemos el amor o el amor nos hace?
¿Se nace, se crece, se reproduce y se muere
o se muere, se reproduce,
se crece y se nace?
¿Dios creó al Hombre o el Hombre creó a Dios?¿O acaso el orden de los factores no altera el producto?
III – Desde dónde y hacia
dónde
Primigenio misterio. Finitud pre-establecida.
Querer saber de dónde vengo y hacia dónde voy.
Catarsis, descenso a lo desconocido.
A los instintivo, a lo animal a lo anterior.
Profunda introspección de todo lo existido.
Certeza de lo obrado por algo superior.
Proyección vislumbradora de la transcendencia.
Escatológico umbral hacia el porvenir.
Apenas espejismo en la dura existencia:
Vivir, luego la muerte, luego revivir.
Pero mientras tanto, forjar una huella.
En el ajedrez de la historia, mover.Brújula: la luz de una titilante estrella.
Tea en la heterogenia, la llama del ser.
IV
– De un recuerdo
En algún resquicio del alma
Y recrudece a veces –unas pocas, nomás-
En el amargo simplón y mañanero,
Silabeante en la bombilla.
Ver es quizás un episodio
Y recordar
-recordarte-
es toda la aventura.Pero no regreso a tu regreso
No hay salto al vacío...
No hay vacío...
No hay...No...
El escritor Sergio Gustavo Soler es profesor de idioma inglés y licenciado en Lengua Inglesa, egresado de la Universidad del Salvador donde realiza un doctorado en lenguas modernas. Traductor y docente en la Armada Argentina, coordinador académico en institutos bonaerenses y fueguinos, es colaborador en redacción en el diario La Nueva Provincia (con una columna firmada y titulada “Hace tiempo y no tan lejos”, referente a la historia local), y redactor y corrector en revistas del interior del país. Es autor de cuentos, poemas, ensayos y críticas literarias editadas en diversos medios gráficos, antologías nacionales e internacionales y ha recibido distinciones. Coordina desde 1991 un taller de iniciación literaria en la Biblioteca Popular Juan Bautista Alberdi de Punta Alta.
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