Rubén Darío en su
centenario
Rubén Darío nació el 18 de enero
de 1867 en el municipio rural de Metapa, hoy Ciudad Darío. Es considerado el
Padre del Modernismo literario y el Príncipe de las Letras Castellanas.
En 1908 fue nombrado embajador de
Nicaragua en España. Trabajó como periodista y corresponsal en varios países de
Europa.
Su obra literaria renovó el
lenguaje poético de las letras hispanoamericanas e inició el Modernismo en
América Latina.
Falleció el 6 de febrero de 1916, a los
49 años, en ciudad León.
Este contenido ha sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección:
http://www.telesurtv.net/news/Conmemoran-centenario-de-la-muerte-de-Ruben-Dario-20160206-0010.html
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Luis Alberto de
Cuenca nos dice
Cuando
yo era pequeño y el mundo era una caja de soldados de goma o un mazo de
estampas de colores, mi padre me leía en voz alta al nicaragüense Rubén
Darío (1867-1916)
Nunca olvidaré aquellas lecturas. Por ellas
me enteré de que había caballeros capaces de vencer a la muerte, que las hadas
servían copas repletas de felicidad en el país de los sueños y que las mujeres
más bellas sentían devoción por los héroes más fieros.
Por ellas también supe
que
la poesía debe cumplir con ciertas normas para serlo,
Me
sigue pasmando, muchos años después de
que mi padre me lo recitara por primera vez, esa preciosa amalgama de los
sentidos que es el poema XIV de Cantos de vida y esperanza, titulado "Marcha triunfal" y escrito en la isla
de Martín García, en el Río de la Plata, a algo más de cuarenta kilómetros de
Buenos Aires, durante la primavera (otoño austral) de 1895. Su mismo autor nos
dice de esa pieza en Historia de mis libros que
es "un "triunfo" de decoración y de música". Pensar que
Rubén dio rienda suelta a los sentimientos épicos que lleva dentro todo gran poeta y
que quiso mostrar en su "Marcha triunfal" el lado vibrante y glorioso
de una victoria militar cualquiera. Los triumphi que los generales romanos celebraban
al regresar victoriosos a la Urbe palidecen de envidia ante el esplendor de
este moderno triumphus rubeniano, auténtico paroxismo lírico
de intensidad, emoción y plenitud.
MARCHA TRIUNFAL
El 12 de octubre de 1892 Darío
presenció en Madrid el gran desfile del Día de la Hispanidad. El
diario “El Imparcial” de Madrid publicó una enorme maqueta de
dicha cabalgata que aquí se juzga como una de las fuentes hasta hoy
no tenidas en cuenta por la crítica y en la que Darío se inspiró para
escribir su poema.
Leerla equivale a disfrutar de la lectura de la “Marcha triunfal”
y ver la maqueta, a contemplar el solemne desfile.
El orden del desfile fue el siguiente: 1) Heraldos, a caballo. 2)
Ballesteros. 3) Arcabuceros. 4) Jeques árabes, a caballo. 5) El rey Boabdil y
su séquito. 6) Piqueros o lanceros. 7) Frailes de la Rábida. 8 Fray Juan Pérez,
el padre Marchena y Diego Colón. 9) Músicos. 10) Los tres hermanos Pinzón. 11)
Marineros de la carabela Niña. 12) Carabela Niña, arrastrada por seis caballos
blancos. 13) Tripulantes, guerreros y aventureros de la carabela Niña. 14)
Carabela Pinta, arrastrada por seis caballos. 15) Tripulantes y guerreros. 16)
Nao Santa María, arrastrada por ocho caballos. 17) Tripulantes de la Santa
María. 18) Músicos. 19) Alabarderos. 20) Timbalero. 21) Reyes de armas. 22) Los
Reyes Católicos, a caballo. 23) Portaestandartes. 24) Los infantes D. Juan y
Dª. Juana, a caballo. 25) Damas de la corte, a caballo. 26) El cardenal
Mendoza, a caballo. 27) Fray Diego de Deza y el obispo Fray Hernando de
Talavera, a caballo. 28) El Gran Capitán, a caballo. 29) Caballeros, a caballo.
30) Priores de las Órdenes Militares, a caballo. 31) Lanceros, a caballo. 32)
Músicos. 33) Palanquín con trofeos, conducido a hombros por seis indios. 34)
Carroza alegórica, arrastrada por diez caballos, y 35) Caciques indios, seguidos
de músicos.
MARCHA TRIUNFAL
¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
La espada se anuncia con vivo reflejo;
¡ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
La espada se anuncia con vivo reflejo;
¡ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!
Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,
los arcos triunfales de donde las Famas erigen sus largas trompetas,
la gloria solemne de los estandartes
llevados por manos robustas de heroicos atletas.
Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
los casos que hieren la tierra,
y los timbaleros,
que el paso acompasan con ritmos marciales.
¡Tal pasan los fieros guerreros
debajo los arcos triunfales!
los arcos triunfales de donde las Famas erigen sus largas trompetas,
la gloria solemne de los estandartes
llevados por manos robustas de heroicos atletas.
Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
los casos que hieren la tierra,
y los timbaleros,
que el paso acompasan con ritmos marciales.
¡Tal pasan los fieros guerreros
debajo los arcos triunfales!
Los claros clarines de pronto levantan sus sones,
su canto sonoro,
su cálido coro,
que envuelve en un trueno de oro
la augusta soberbia de los pabellones.
Él dice la lucha, la herida venganza,
las ásperas crines,
los rudos penachos, la pica, la lanza,
la sangre que riega de heroico carmines
la tierra;
los negros mastines
que azuza la muerte, que rige la guerra.
su canto sonoro,
su cálido coro,
que envuelve en un trueno de oro
la augusta soberbia de los pabellones.
Él dice la lucha, la herida venganza,
las ásperas crines,
los rudos penachos, la pica, la lanza,
la sangre que riega de heroico carmines
la tierra;
los negros mastines
que azuza la muerte, que rige la guerra.
Los áureos sonidos
anuncian el advenimiento
triunfal de la Gloria;
dejando el picacho que aguarda sus nidos
tendiendo sus alas enormes al viento,
los cóndores llegan. ¡Llegó la victoria!
anuncian el advenimiento
triunfal de la Gloria;
dejando el picacho que aguarda sus nidos
tendiendo sus alas enormes al viento,
los cóndores llegan. ¡Llegó la victoria!
Ya pasa el cortejo.
Señala el abuelo los héroes al niño:
ved cómo la barba del viejo
los bucles de oro circunda de armiño.
Las bellas mujeres aprestan coronas de flores,
y bajo los pórticos vence sus rostros de rosa;
y la más hermosa
sornríe al más fiero de los vencedores.
¡Honor al que trae cautiva la extraña bandera!;
honor al herido y honor a los fieles
soldados que muerte encontraron por mano extranjera:
¡Clarines! ¡Laureles!
Señala el abuelo los héroes al niño:
ved cómo la barba del viejo
los bucles de oro circunda de armiño.
Las bellas mujeres aprestan coronas de flores,
y bajo los pórticos vence sus rostros de rosa;
y la más hermosa
sornríe al más fiero de los vencedores.
¡Honor al que trae cautiva la extraña bandera!;
honor al herido y honor a los fieles
soldados que muerte encontraron por mano extranjera:
¡Clarines! ¡Laureles!
Las nobles espadas de tiempos gloriosos,
desde sus panoplias saludan las nuevas coronas y lauros:
las viejas espadas de los granaderos más fuertes que osos,
hermanos de aquellos lanceros que fueron centauros.
Las trompas guerreras resuenan;
de voces los aires se llenan…
A aquellas antiguas espadas,
a aquellos ilustres aceros,
que encarnan las glorias pasadas;
y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas;
y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros;
al que ama la insignia del suelo materno,
al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano,
los soles del rojo verano,
las nieves y vientos del gélido invierno,
la noche, la escarcha
y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal,
¡saludan con voces de bronce las trompas de guerra que tocan la marcha
triunfal!…
desde sus panoplias saludan las nuevas coronas y lauros:
las viejas espadas de los granaderos más fuertes que osos,
hermanos de aquellos lanceros que fueron centauros.
Las trompas guerreras resuenan;
de voces los aires se llenan…
A aquellas antiguas espadas,
a aquellos ilustres aceros,
que encarnan las glorias pasadas;
y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas;
y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros;
al que ama la insignia del suelo materno,
al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano,
los soles del rojo verano,
las nieves y vientos del gélido invierno,
la noche, la escarcha
y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal,
¡saludan con voces de bronce las trompas de guerra que tocan la marcha
triunfal!…
[Martín García (Río de la Plata), mayo de 1895]
La
“Marcha triunfal” de Rubén Darío fue escrita “la noche del jueves 23 de mayo de
1895” (según Pedro Luis Barcia), a solicitud de su amigo Ricardo Jaimes Freyre,
para ser leída por él mismo, en el Ateneo de Buenos Aires, la noche del 26, en
el marco del 85 aniversario de la Independencia de la Argentina o Día Grande la
Patria. Fue publicada por primera vez en El
álbum de
Madrid, el 2 de junio de 1899 (según Noel Rivas Bravo).
http://magazinemodernista.com/2008/12/15/la-marcha-triunfal/
Manuscrito del poema 'Marcha triunfal'.
¿Cuál es el tema central de la obra poética de
Darío?
Se lo pregunta Pedro Salinas en su espléndido ensayo La
poesía de Rubén Darío. Y responde sin pestañear: el eros,
el afán erótico del hombre, tan cercano siempre a la pulsión de muerte o tánatos.
Como muestra de ese erotismo, y para terminar con palabras de Rubén, les copio
este pasaje de la Autobiografía rubeniana:
Hay que saber lo que son aquellas tardes de las amorosas tierras
cálidas. Están llenas como de una dulce angustia. Se diría a veces que no hay
aire. Las flores y los árboles se estilizan en la inmovilidad. La pereza y la
sensualidad se unen en la vaguedad de los deseos. Suena el lejano arrullo de
una paloma. Una mariposa azul va y viene por el jardín... Entonces, en la hora
tibia, dos manos se juntan, dos cabezas se van acercando, se hablan con voz
queda, se compenetran mutuos deseos; no se quiere pensar, no se quiere saber si
se existe, y una voluptuosidad milyunanochesca perfuma de esencias tropicales
el triunfo de la atracción y del instinto.
AMO, AMAS...
Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.
Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!
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