Ana María Oddo
Ponencia: Los seres imaginarios en el cuento de hoy y de ayer
Dragón, el Hacedor.
O el poder de la imaginación
Un posible análisis de Dragón de Gustavo Roldán
En la obra de Gustavo Roldán , vasta y diversa, Dragón se destaca como una piedra preciosa con brillo propio y original, en la que se privilegia fuertemente, más que en otras obras del mismo autor, el lenguaje poético sobre los hechos. Se parte de la etimología de la palabra “poesía” como arte de la música y del verso y como poder creador. En Dragón, Gustavo Roldán trabaja estos aspectos en dos planos:
-el personaje central. Dragón tiene palabra y por lo tanto también tiene poder creador. Con su palabra, con su logos, va creando y recreando el mundo, en un hacer permanente: lucha para defenderlo, experimenta benevolencia y emoción al contemplarlo, ama, teme, se alegra, se entristece, duda. Es un dios sabio y poderoso pero al mismo tiempo sensible (llanto, pena) y cercano a sus criaturas, más interesado en la emoción que en la perfección. Es , también él, poeta, es decir, creador. Un creador compasivo y atento, dialogante.
-los recursos poéticos:
-elementos míticos: animales y tiempos mitológicos, pases mágicos, el poder creador de los sueños, efectos cósmicos, alusiones a lo religioso.
-mezcla de géneros: relatos que comparten características del mito y del cuento, lenguaje y sugerencias propios de la poesía.
Por otra parte, la obra deja entrever que, como en Borges, ese creador, ese hacedor que es el dragón, no es el primero. Hay alguien detrás de él que lo mira y nos hace saber que lo mira. El narrador (y detrás de él el autor) por momentos se funde con el personaje y por momentos se distancia de él y aparece con sus propias incertidumbres, sus valoraciones, su ideología.
Como conclusión, pude decirse que, si bien Dragón es una obra creada por “una sola mano” es evidente que no anula sino revitaliza tradiciones, diversidades y riquezas culturales y constituye, mediante la eficaz herramienta de la libertad creativa, un aporte valiosísimo para ayudar “a los niños a dar sentido al mundo”, a desarrollar su “sentido de identidad”, a enriquecer “su imaginario”, a iniciarlos “en el placer de la narración literaria”, a modelar “un mundo complejo que el niño, en su proceso de socialización, tiene que procurar comprender y saber habitar . . .” Esta obra, bellamente atravesada por los sentimientos profundos y el asombro inocente del protagonista, está destinada no solo a un público infantil sino a todo aquel que, independientemente de su edad, sea capaz de experimentar su sensibilidad y disfrutar de ella. El dragón representa, como en la tradición medieval, el poder inagotable de la imaginación y de la fantasía, elementos imprescindibles para el lector sensible que quiera seguir mirando el mundo con ojos de niño.
Ana María Oddo, Profesora de Lengua y Literatura y su enseñanza, Especialista en Procesos de Lectura y Escritura (UBA
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