Susana Irene Astellanos

Susana Irene Astellanos

LAS MANOS DE JULIÁN



En el trabajo las manos de Julián se mueven nerviosas, reflejan su estado de ánimo, los resultados más variados muestran con arte cuan oscilante es su carácter. Por eso aquella mañana fría y lluviosa, cuando esperaba que nadie lo molestara, apareció aquel personaje insoportable y el viejo artesano se transformó. El sujeto comenzó un monólogo fastidioso y soberbio, Julián comenzó a mover sus manos con rapidez, aplicando cada vez más presión sobre la arcilla tierna. Más le preguntaba aquel, menos contestaba éste. De pronto el sujeto tomó del brazo al viejo para llamar su atención y recibió por respuesta un puñetazo arcilloso.

Cansado estaba de soportar, otros tiempos mucho más hostiles lo obligaron a ello. Hoy, aislado por propia voluntad, no podía hacerlo más aunque mínima fuese la ofensa. Pero de algo tenía que vivir, y luego de la cárcel, sus manos comenzaron nuevamente a trabajar con firmeza y bronca la arcilla que resistía su maltrato.



INFLUENCIA



Guarda en forma prolija los documentos y sus efectos personales en el maletín, se quita una pelusa del hombro y vuelve la mirada por tercera vez para revisar que todo esté en su lugar, sólo entonces cierra la puerta con llave y pone los dos candados en la reja exterior en un ritual diario; pero al subir al auto se convierte en otro. Sacude la cabeza como un perro que se quita de encima el agua de un baño obligado, se mira en el espejo retrovisor y afloja la corbata, pone música vital con el volumen muy alto, para luego salir conduciendo en forma irresponsable. Así, con esa actitud, continua el resto del día.

Por la noche al acercar la llave al primer candado de la reja principal, apaga su sonrisa, acomoda su cabello con la mano libre y suspira. Ya dentro de su contenedor personal, cena de modo frugal, meticuloso limpia hasta la última migaja desperdigada sobre la mesa, y luego de poner la unitaria vajilla en el lavaplatos, se permite beber media copa de vino blanco sentado en el living junto al vigilante retrato de su madre.



RUTINA

Dos segundos antes de que sonara, una mano pesada por el desgano, apagó el despertador. Todo había sido preparado con anticipación, desde la ropa hasta el café que lo esperaba caliente en la moderna cocina. El diario en la puerta del frente, el perro en la trasera, y sin permitirse agregar una caricia, el alimento balanceado y correctamente medido fue entregado al animal que frenéticamente meneaba su cola.

Tomó el portafolio, ajustó su corbata, comparó los relojes y los sincronizó con la televisión, al tiempo que se informaba de la temperatura, la humedad y el pronóstico del clima.

La mente en blanco, así extendió la mano hacia el llavero para tomar las de su vehículo, entonces recordó lo que ella le dijo: — Nada te importa, todo será igual para vos mañana, sólo me llevaré el auto.

LA CONFESIÓN

Por favor, sea breve, dijo en forma displicente el uniformado. La escuchó sin prestarle atención, mirándola y asintiendo. Garabateaba en un papel, parodiando tomar la denuncia y preguntándose cuándo llegarían para llevársela al psiquiátrico. Comprendió algunas palabras que la loca le decía apuntándolo con el dedo:

— Yo los maté, a su esposa y a él…en su propia cama…

Él seguía impávido. Ella entonces le gritó:

— ¿No me cree?

El comisario llegó y la encerró.

— ¿Qué le pasa oficial, no comprende?

— Señor es la maniática que llevarán al hospital.

— No Juárez, esa ya está internada, usted debe ir a su casa, lo escoltaremos.



OLVIDO IMPERDONABLE

Se olvidó de salir a la calle, al patio, al balcón, entonces entró una y otra vez, cerrando en cada ocasión las puertas tras de sí, no le importaba el afuera, adentro estaba bien, seguro, solo. No recordaba cómo era escuchar, ni música, ni voces, éstas llegaban esporádicas a sus oídos, hasta que desaparecieron y no las extrañó. ¿Cómo era comer? Se preguntó, no esperó la respuesta, cerró los ojos pues ya no sabía mirar.

Luego, unos dedos helados le abrieron los párpados, un trago amargo pasó por sus labios y su garganta, una funesta voz le penetró los tímpanos hasta el alma, por último una mano enguantada, suavemente y por la espalda, lo sacó de la vida.

Susana Irene Astellanos: Nació el 23 de Abril de 1963, en Berisso, provincia de Buenos Aires. Su primer acercamiento al arte lo tuvo de niña al estudiar dibujo y pintura en academias de su ciudad natal. Ya terminados sus estudios secundarios cursó en La Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Plata parte de la carrera de Diseño en Comunicación Visual, la que decidió abandonar por razones de índole particular. Allí conoció de cerca la fotografía y posteriormente afianzó sus conocimientos en ese rubro al que se dedicó años más tarde, entre 1992 y 1996 en forma plena y más esporádicamente hasta hace poco tiempo. Anterior a dicho período trabajó en áreas puramente administrativas del sector público, primero en la municipalidad de Berisso y posteriormente en la Prefectura Naval Argentina hasta el año 1992. En este último puesto fue cuando comenzó su interés por la narración, y donde fue creado uno de sus cuentos “Mi pequeña esmerada” el que recibiera quince años después una mención de honor en el 23º Certamen Literario Nacional del Inmigrante, organizado por la Federación de Entidades de Bien Público de Berisso (año 2007). A raíz de este acontecimiento fue que retomó su actividad y comenzó a escribir nuevamente. Otro de sus cuentos “Historia de otra gota de agua” obtuvo una segunda mención en el certamen “Los adultos escriben para los niños” organizado por la FAILAP (Federación de Asociaciones Italianas de La Plata) en el año 2008. Actualmente reparte su tiempo en actividades sociales sin fines de lucro integrando la comisión directiva de la asociación cooperadora de una escuela pública de su ciudad. Primera Mención en el certamen Internacional de Poesía y Narrativa Breve “Contininuidad de las Voces 2011