La temporalidad en la literatura
“La poesía es
una metafísica instantánea”
Gastón Bachelard
Introducción-----------------------------------
El hombre “su” palabra y el tiempo-------------
Diferentes formas de concebir el tiempo--------
El tiempo en las cosmovisiones-----------------
.El
modelo griego
.El
modelo medieval
.El
modelo moderno
.El
modelo contemporáneo
Instante poético e Instante metafísico----------
El retorno al origen----------------------------
Tiempo y narración en Paúl Ricoeur--------------
Conclusión--------------------------------------
Bibliografía------------------------------------
Introducción
Nuestra percepción, la percepción humana, se da entre
cierta inteligibilidad del ser y cierta irracionalidad o anonadamiento. Luz y
oscuridad. Danza misteriosa entre lo esperado e inesperado, entre lo
sorpresivo/donado y lo buscado. Entre estos trechos imposibles de medir, de
cuantificar, merodea y padece nuestra vida, la vida. Lejos esta, por esta
razón, pretender clausurar o poner entre limites precisos el camino de esta
reflexión. Nuestro cometido es mantener hasta donde más podamos nuestra atenta
expectación, ya que a pesar de tener la capacidad de sabernos siendo, de tener
conciencia de nuestro modo de trascurrir y de estar, no nos percatados del modo
en que la vivencia de la temporalidad determina nuestras vidas. Tal es esta
determinación que afecta toda nuestra existencia, el trato con las cosas, con
las personas y con nuestro destino. La disposición espacio- temporal de nuestros quehaceres,
desde el ordenamiento más pequeño a la disposición en contraste o consonancia
con los ritmos naturales, afecta profundamente el ser del hombre, su manera de
sentir (sus sentimientos) y su manera de pensar (sus ideas). Los hábitos nos
constituyen, abren o cierran nuestra comprensión de la realidad circundante
(hombres y cosas) e interior.
El hombre tiene la capacidad de montar un escenario
artificial para su morar en esta vida. La ciudad, una de las creaciones humanas
por excelencia, ha dejado de cumplir su objetivo esencial, ha dejado de ser una
morada que humaniza y plenifica al hombre. Tanto el espacio como el tiempo en
el que moramos nos parecen algo tan familiar y obvio que se disimulan hasta su
ocultamiento. Sin embargo, nos ciñen en sus misteriosas entrañas.
San Agustín se lo preguntaba, rompiendo la mirada
habitual:
“¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo
sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo
sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada
sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo
presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si
el pretérito ya no es y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si
fuese siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino
eternidad. Si, pues, el presente, para ser tiempo es necesario que pase a ser
pretérito, ¿cómo deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en
dejar de ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el tiempo
sino en cuanto tiende a no ser?” *1
La persistencia de la memoria. Dalí
El hombre “su” palabra y el tiempo
La primera impresión es paradojal, exigirnos intentar
ceñir el tiempo siendo propiamente temporales (contradictio in adjecto).
Mientras de él hablamos él no cesa, de aquí que solo podamos intentar una
especie de inmersión. Salirnos del curso habitual para, verticalmente, penetrar
en sus escurridizos aposentos. Siendo este un “ahora” debemos trasgredirlo. He
incluso nos aqueja la paradoja del lenguaje, ese decir y ocultar nos sirve a
medias para mostrar, si fuese posible, su realidad. Las palabras se resisten.
Mostrar y ocultar parecen ser las dos caras de las palabras. Ellas señalan en
su ocultamiento. Ellas están en el tiempo y son capaces de trascenderlo, a
pesar de lo que Borges diga en la Nueva refutación del tiempo*2 , de que: “Todo
lenguaje es de índole sucesiva; no es hábil para razonar lo eterno, lo
intemporal”. Uno se sirve irrespetuosamente de ellas, de las palabras, y de su
aparente y clara significación para señalar una realidad. Lo importante,
entonces, no son las palabras sino lo que esta detrás de ellas, sin embargo,
somos deudores de su servicio para intentar develar con ellas lo que signan.
Entramos así en un azaroso juego con respecto al destino de ellas y su sentido.
¿Podremos decir el tiempo entonces?
Saturno devorando a sus hijos. Francisco de Goya.
Diferentes formas de concebir el tiempo
No todas las culturas tienen la misma concepción o
vivencia del tiempo. Para los Aymara la palabra que indica el pasado es nayra,
que literalmente significa ojo, a la vista o al frente. El pasado esta al
frente. Mientras que la palabra que traduce futuro es qhipa, que quiere decir
detrás o a la espalda. Ghipüru, la palabra aymara que se traduce como mañana,
combina qhipa (: atrás) yuru (: día), siendo literalmente "día que está a
la espalda". Mañana es lo que esta a nuestras espaldas.
El tiempo en las cosmovisiones
El modelo griego: La visión griega del devenir
histórico, esto es, de como el hombre percibe su estar-pasando, se relaciona
estrechamente a su concepción de naturaleza. La naturaleza, Physis, termino de
difícil traducción, se concibe como una realidad o principio ultimo de todas
las cosas, es desde donde provienen y hacia donde ellas vuelven para retomar
nuevamente su ciclo, de ahí su carácter de divina. La naturaleza para los
griegos connota divinidad. “La naturaleza es autosuficiente, existe en si
misma, es absoluta y eterna, regulada por la legalidad racional y necesaria” *3.
El griego toma y en su cercanía con los lazos naturales, es fusionada su visión
con los procesos naturales. Así el cosmos, ese orden bello, armonioso y
jerárquico es modelo del devenir eterno y regular. La circularidad es la imagen
temporal en está visión*4 . Así es como se mueve la naturaleza y así es como el
griego esta inmerso e influenciado por y en ella.
Día-noche, muerte-vida, los ciclos de las estaciones,
etc. en su eterno modelo del devenir de las cosas y del hombre.
El modelo medieval: La visión medieval mantendrá
cosmológicamente la misma visión de mundo, en este caso geocéntrico*5 ,
jerárquico, teleológico, armónico y bello, aunque aquí la aparición de
Jesucristo, la encarnación de Dios en la tierra, determina un momento que
irrumpe y trastoca todas las dimensiones de la realidad. El mundo medieval
lleva consecuentemente la noción de creación a todos los niveles de la
realidad. El mundo es creado y todos los existentes en él. El tiempo tiene un
punto cero desde donde todo ha comenzado y tiene un final, un acontecimiento
porvenir y salvífico. “Así el sentimiento de la existencia humana es un
sentimiento de “transito” por este mundo, abierto a la esperanza de una verdad y
justicia ultimas. El hombre es un peregrino que va haciendo su camino al
encuentro de Dios”6 . El tiempo en esta cosmovisión es vivido como una emulación
de los acontecimientos de la vida Cristo. “El misterio de Dios alcanza su
concreción en la Liturgia que, además de comprender el culto propiamente dicho,
abarca la vida entera del hombre. En efecto, el tiempo humano no es vivido
uniformemente, sino ritmado y pautado de acuerdo a un calendario que rememora
la obra de Dios desde la creación del mundo hasta la consumación final. Los
tiempos fuertes serán Navidad y Pascua, precedidas de una preparación ascética
y prolongada en expresiones festivas. Es una especie de arquitectura del tiempo
humano, en la que hay “un tiempo de sufrir y otro de gozar, uno de trabajar y
otro de descansar, uno de hablar y otro de callar, etc.”, que se van sucediendo
armónica y equilibradamente. De este modo los días, las semanas, los años, los
ciclos mayores (jubileos) van ritmando la vida en su totalidad”*7 . La imagen del
tiempo en esta cosmovisión, es lineal, ritmado y pautado, con principio y
final.
El modelo moderno: El giro copernicano abre la
modernidad trastocando y distanciándose de las visiones anteriores respecto al
tiempo. El descubrimiento de la infinitud y la homogeneidad del universo
nivelan el universo jerárquico que hasta ahora se concebía. Los descubrimientos
en biología*8 y paleontología en el siglo
XIX también aportan un importante giro, mostrando la realidad antes estática ahora
histórica-evolutiva en todos sus niveles. “Con el progreso de de la biología y
de las ciencias acerca del hombre, el siglo XIX da un paso decisivo para
conquistar “una nueva imagen de mundo” en la que la “temporalidad” juega un
papel esencial. El cosmos siempre idéntico, de vigencia casi bimilenaria,
comienza a diluirse ante los ojos y aparece un nuevo cosmos dinámico y en
evolución. Se empieza a hablar de una “historia” del mundo y de la vida, con lo
cual la naturaleza ahistórica de los griegos, medievales y modernos entra en un
cono de sombra”*9 . El tiempo se ensancha hasta el infinito, no se concibe un
principio ni fin, como tampoco se está en una eterna circularidad. La imagen
representativa del tiempo de la modernidad es la lineal sin principio ni final.
De aquí que se desprendan la idea de progreso y su par civilización, un
progreso indefinido hacia una estado de civilización pleno en un porvenir no
estipulado. Esta visión perdura y es profundamente incisiva en nuestra cultura
contemporánea. Dice el Filosofo Santafesino Máximo Chaparro: “Según la
conciencia moderna, el devenir histórico se prolonga hacia atrás, hacia el
pasado, hasta lo inalcanzable, sólo los mitos y las leyendas nos hablan del
origen; este devenir histórico no posee limites en el futuro, es como un
movimiento infinito hacia adelante. El sentido de la historia no esta en
alcanzar una meta suprahistórica; sino que el sentido de la historia está
dentro de la historia misma. La redención del hombre se realizar dentro de la
historia y el “mal” inexorablemente será superado en un futuro mejor” . *10
La sensación es como la que describe Borges en su obra
Otras inquisiciones: “y los hombres se sintieron perdidos en el tiempo y en el
espacio. En el tiempo, porque si el futuro y el pasado son infinitos, no habrá
realmente un cuándo; en el espacio, porque si todo ser equidista de lo infinito
y de lo infinitesimal, tampoco habrá un dónde. Nadie está en algún día, en
algún lugar; nadie sabe el tamaño de su cara” La irrupción de lo infinito nos
ha cambiado la imagen y lugar que el hombre ocupa en el cosmos, ha cambiado su
estatura, ya no somos hijos de Dios y participes de su destino, ya no somos
hijos de la phisys o de la naturaleza Griega, ni estamos imbuidos en un eterno
retorno, sino somos una minúscula partícula que vaga en la infinidad del
universo. La sensación es más bien de un estar perplejos.
Modelo contemporáneo: Sobre la época contemporánea o
posmoderna, tomare la visión que E. Morin*11
tiene al respecto. Morin*12
considera que: “La condición humana está marcada por dos grandes
incertidumbres: la incertidumbre cognitiva y la incertidumbre histórica…” La
primera de las incertidumbres hace referencia a la parte gnoseológica, ya que
tanto cerebral, psíquica y epistemológicamente nos movemos en un terreno
movedizo, la verdad se ha resquebrajado. Mientras que la incertidumbre
histórica hace referencia “al carácter intrínsecamente caótico de la historia
humana”, en otras palabras es casi imposible encontrar regularidades que nos
muestren “una” historia. “No hay leyes histórica”.
“El curso que toma la historia de la era planetaria se
evadió de la orbita del tiempo reiterativo de las civilizaciones tradicionales
para entrar, no en la vía segura del Progreso sino en una incertidumbre
insondable”*13 . A nivel macro entonces es difícil caracterizar una imagen de
nuestra vivencia del tiempo, ya que mantendría una cierta linealidad infinita,
pero, dada su incertidumbre constitutiva estaría contenida entre dos vacíos.
Pero en cuanto al nivel particular, cotidiano podemos constatar que nuestra
vivencia del tiempo está signada por los ritmos que impera el sistema económico
en desmedro de todas las demás facetas de la realidad humana. El tiempo es
dinero, ese es su medida y ritmo. Lo útil es lo que da dinero y nuestro tiempo
es vital mientras lo genere, todo lo demás cae en este reduccionismo
existencial.
La explosión del reloj. Salvador Dalí
Este breve pasaje por las distintas visiones de tiempo
desemboca en nuestra temática primordial. El entrecruzamiento de tiempo y
narración o también tiempo y poesía en sentido amplio.
Instante poético e instante metafísico
“El alma es de alguna manera todas las cosas”
De anima, Aristóteles
Gastón Bachelard a través de su obra La intuición del
instante, nos permite sumergidos en la mixtura de metafísica y poesía, allí
donde se enlazan de forma original y donde la experiencia del “tiempo
vulgar”*14 se desvanece para dar lugar a
una experiencia mucho más rica del ser, de la realidad. “La poesía, dice, es
una metafísica instantánea. Ella debe dar, en un breve poema, una visión del
universo y el secreto de un alma, un ser y cosas, todo a la vez. Si sigue el
tiempo de la vida, es menos que la vida, sólo puede ser más que la vida
inmovilizándola, viviendo donde se encuentra la dialéctica de las alegrías y
las penas. Ella es entonces el principio de simultaneidad esencial en donde el
ser más disperso, el más desunido conquista su unidad”*15 . Es una experiencia en
la cual se sale de la vida cotidiana, por más que sea ella misma la realidad
escrutada, para luego retomar desde su inmersión con las dadivas conseguidas.
La poesía logra de está forma emerger de lo particular y penetrar desde él
hacia lo esencial. Se cumple lo que decía Miguel de Unamuno: “Hemos de
hallar lo universal en las
entrañas de lo local, y, en lo limitado y circunscrito lo eterno”.
Desde las entrañas de lo local, es pues, desde donde se puede partir. Desde lo
minúsculo, particular, múltiple, perecedero, casi disimulado por la caótica
contingencia que lo acosa. Así, el poeta logra disimularse con lo eterno en el
momento creador, fundirse con la cosa, hacerse uno. La poesía, o toda verdadera
experiencia estética, difiere de los demás actos de conocer (cotidiano,
filosófico o científico). “El poeta, continua Bachelard, destruye la
continuidad simple del tiempo encadenado para construir un instante complejo,
para unir sobre ese instante numerosas simultaneidades”*16 . Es en el umbral de
las palabras donde nos queremos posicionar para dar testimonio del origen de
ellas. Desde donde se da la génesis de las palabras. Luego, las palabras son
como el residuo lejano de aquel acto primordial desde donde han surgido.
Hurgar, romper la cáscara petrificada de las palabras es desde donde comienza
el lector a vivir el momento sin momentos de la poesía, el tiempo vertical. Ahí
es donde nacen las palabras, en ese instante de simultaneidad universal, fuera
del tiempo del reloj, del tiempo cósmico o del tiempo de los ciclos
emocionales. Es mucho más que una unión, mixtura, mezcla o amalgama, pues no se
puede dar distinción de partes, se inmola el sujeto y el objeto, es mi esencia
(lo más propio de mí) con la cosa visitada. Ella me habita, nos cohabitamos.
Las palabras de Nimio de Anquin son precisas en este sentido: "El hombre,
o sea la conciencia del hombre, es como una casa que espera *17 siempre un huésped. El hombre no puede vivir
sin el huésped, que es el sostén de la casa o sea que es la razón de la casa.
Sin el huésped no se explica la casa, es decir, no se explica el hombre" *18.
Somos casa y huésped. Habitar la poesía o que la poesía nos habite. Ese
instante de habitación alimenta el impulso que da la vida a la verdadera
palabra, la hace nacer. El poeta se hace poesía y la poesía es como un rayo
sorprendente que petrifica al poeta y lo aúna con el mensaje recibido. En un
tiempo sin tiempo el poeta padece la poesía, está condenado a responder a su
vida con poesía. En un acogimiento simultáneo, en un haz vertical no pautado
más que por los ritmos naturales de su ser, ocultamente, pero de forma
continúa, espera los llamados misteriosos de la esencia de la vida. En ese
instante mora la poesía y “su” poeta o viceversa, pero precisamente no hay pertenencia, sino co-pertenencia. El instante
poético es el de la verticalidad. Dice Bachelard: “En el instante poético, el
ser sube o baja, sin aceptar el tiempo del mundo que llevaría la ambivalencia a
la antitesis, la simultaneidad a lo sucesivo”*19 . La multiplicidad convive con la
unidad, no se pierde la riqueza de ambas. De aquí que afirme Bachelard que “el
misterio poético sea un hecho andrógino” *20. De esta manera el tiempo y el
espacio se volatilizan, se concentran y se distienden en una musicalidad nueva,
inaudible, imperceptible a los sentidos, pues, los trasciende o mejor dicho los
atraviesa, los habita. El tiempo vertical, metafísico o poético sortea la
brecha sujeto-objeto, unidad-multiplicidad, para abrirse al tejido simultáneo
de la realidad. Poeta-poesía habita ese instante, se desentienden de la
duración que dispersa, del espacio que mutila los verdaderos sentidos o
significados.
“¡Que planea sobre todo, y sabe sin
esfuerzo, la
lengua de las flores y
de las cosas mudas!”
Elevación. C. Baudelaire, Las Flores del Mal *21
El poeta-poesía padece, es en cierto sentido victima
de un lenguaje que lo atraviesa, de una naturaleza que le susurra confusos
vocablos, parafraseando a Baudelaire. De visiones que lo habitan y lo sumergen
simultáneamente en la danza de lo invisible y visible, de la mudez y el habla,
de la claridad y la oscuridad, todo al unísono.
“No ponemos nuestros ojos en las cosas
visibles sino
en las invisibles; pues
las cosas visibles son pasajeras, mas
las invisibles
son eternas”
San Pablo, 2 Corintios 4:18 (BJ)
Estas palabras bíblicas se ajustan también a lo antes
dicho, pues la poesía comporta, en tanto que acaece en el hombre, ese carácter
o sentido religioso propio del poeta, propio del que trasciende este mundo para
luego volver su mirada sobre él y significarlo.
“El arte es símbolo” dice Heidegger *22, y por lo tanto remite, invita, llama al más allá de lo dado, a su origen, a su causa. (Los que se burlan y lastiman al poeta-albatros de Baudelaire son los que se asfixian en una finitud iconoclasta). La poesía, en este sentido, se vive verdaderamente desde dentro. La poesía necesita que quien la vivencie se haga, primariamente, ajeno al “mundo”, para luego retomar a él .*23
“El arte es símbolo” dice Heidegger *22, y por lo tanto remite, invita, llama al más allá de lo dado, a su origen, a su causa. (Los que se burlan y lastiman al poeta-albatros de Baudelaire son los que se asfixian en una finitud iconoclasta). La poesía, en este sentido, se vive verdaderamente desde dentro. La poesía necesita que quien la vivencie se haga, primariamente, ajeno al “mundo”, para luego retomar a él .*23
El arte por lo tanto nos alivia de cierta
claustrofobia materialista que miopemente considera que el mundo es lo dado sin
poder atisbar su trasfondo sustentador. Es lo que hace que un conjunto de rocas
sea un templo y que esté pueda acoger a la divinidad allí, que un lienzo
pintado pueda ser la plasmación de la verdad en su lenguaje pictórico o que a
través de las palabras se pueda sujetar lo inmutable y bello. La materia, la
cosa a secas, en sentido aristotélico, es por lo tanto un andamio, un leve
puente que establece la posibilidad de salirnos del curso o ritmo corriente
(Tiempo vulgar, Heidegger) para sumergirnos en un tiempo que enlaza el tiempo
cosmológico (Aristóteles) con el tiempo del alma humana (San Agustín).
Heidegger señala esta cualidad de mimesis temporal con
y de la obra de arte: “Lo mismo le ocurre a la estatua que le consagra al dios
el vencedor de la lucha. No se trata de ninguna reproducción fiel que permita
saber mejor cuál es el aspecto externo del dios, sino que se trata de una obra
que le permite al propio dios hacerse presente y que por lo tanto es el dios
mismo. Lo mismo se puede decir de la obra hecha con palabras. En la tragedia no
se muestra ni se representa nada, sino que en ella se lucha la batalla de los
nuevos contra los antiguos dioses. Desde el momento en que la obra de la
palabra se introduce en los relatos del pueblo, ya no habla sobre dicha
batalla, sino que transforma el relato del pueblo de tal manera que, desde ese
momento, cada palabra esencial lucha por sí misma la batalla y decide qué es
sagrado o profano, grande o pequeño, atrevido o cobarde, noble o huidizo, señor
o esclavo (vid. Heráclito, frag. 53).”*24 La obra de arte mantiene así una
apertura latente para ser transitada-habitada y un mundo que configurado por el
visitante trasfiguran el espacio y el tiempo de forma peculiar. Solo de esta
manera la palabra trasforma.
“el poeta usa la palabra, pero no del modo
que tienen
que usarla los que hablan o
escriben habitualmente desgastándola, sino
de tal
manera que gracias a él la palabra
se torna verdaderamente palabra y así
permanece.”
Heidegger
Esa permanencia vertical es el tiempo
poético-metafísico que nos abre de par en par. Allí la voluntad y el
pensamiento desaparecen como tal, son sublimados, no coaccionados ni
reprimidos, sino que es un abandono placentero, no al modo sensualista ni
intelectual, sino ambos reintegrados en una unidad indiscernible. La obra muere
ante una sensibilidad cerrada y aferrada a tiempos y espacios concretos, la
obra se sofoca y no da más que sus rasgos externos y materiales. Incluso una
razón cercenada como la actual no predispone la apertura del mundo de la obra,
dice Heidegger al respecto: “lo que en éste y otros casos parecidos llamamos
sentimiento o estado de ánimo sea más razonable, esto es, más receptivo y
sensible, por el hecho de estar más abierto al ser que cualquier tipo de razón”
*25. No es, de más esta aclarar, un sentimentalismo barato que los medios masivos
de comunicación están acostumbrado a difundir*26 sino un temple de animo (Cf.
Heidegger “Que es metafísica”) propicio para el acogimiento real de la palabra.
Abba Pastor: “Enseña a tu boca a hablar
las cosas que
encierra tu corazón”*27
Abba Isidoro de Pelusio: “Vivir sin
hablar es mejor
que hablar sin vivir”*28
Es necesario retornar al origen esencial de las
palabras para que estas puedan tener consistencia y vitalidad. El silencio, el
recogimiento, la huida de un tiempo que cercena la realidad, propician el
verdadero lugar desde donde nacen las palabras.
El retorno al origen
“Difícilmente abandona su
lugar lo que mora cerca del
origen”.
Hölderlin
El “retorno al origen” (Cf. Mircea Eliade*29 ) cobra
mayor significancia ya que es el momento primordial del artista, es pues el
momento prístino en el cual el artista se hace uno con la cosa, se confunde
para luego distinguirse y alejarse. Luego, la obra de arte cobra vida propia,
el artista se hace ajeno a sus nuevas significaciones de ella emanadas en sus
reiterados encuentros con sus interlocutores. En este sentido el momento
creador y primordial no es en el tiempo sucesivo o continuo y habitual, sino, propiamente
dicho ajeno a él. La poesía es como un relámpago que hiere la corteza temporal
y contingente y nos apropia a lo perenne y eterno. No es solo una posición
receptiva o de apertura propia del talante del artista sino más bien de mimesis*30 con el todo. En la vivencia extasiada del
artista él es devorado por la realidad escrutada haciéndose duo in anima una,
dos en una sola alma. En esto se diferencia claramente el arte de la ciencia
actual. La distancia del sujeto y el objeto desaparecen para dar lugar a un
abrazo esencial con la realidad. Claro que esto no anula el trabajo que sobre
la obra luego sea meritoria realizar, técnicas, pulidos, refinamientos
estilísticos, etc. Pero el centello vertical ya a dejado su cosecha, lo demás
será accesorio o accidental.
La poesía sobrevive al poeta, la poesía logra exceder
al tiempo y a la muerte ¿Pero donde o como lo hace? Sobrevive convirtiéndose en
legado para otra sensibilidad que logre acogerla. Así la comunidad humana se
teje en un lenguaje perenne que vehiculiza la belleza y con ella un estirpe de
hombre digno de llamarse así.
La esfera de M.C. Escher
"No se puede salir de ese punto central".
Tiempo y narración en Paúl Ricoeur
Los tres tomos de Tiempo y narración de Paúl Ricoeur
quizás sean la obra más significativa entorno a la temática que aquí se esboza
muy tenuemente. Allí el autor presenta y defiende su tesis principal: La
narración se confirma con, virtud y poder, para poder hacer comprensible la
experiencia del tiempo como realidad del hombre*31 . Ricoeur se compromete en el
empeño de esclarecer cómo las fenomenologías del tiempo invalidan las
interpretaciones cosmológicas de él, y viceversa. Por esto Aristóteles se
confronta a San Agustín, Kant a Husserl, Heidegger a la “concepción vulgar” del
tiempo, al afirmar unos que el tiempo es realidad de la conciencia y otros que
pertenece al mundo. Tanto las perspectivas fenomenológicas como las
cosmológicas no aproximan al tiempo específicamente humano, puesto que éste no
es sólo de la conciencia ni sólo del mundo. El específicamente humano es un
“tercer tiempo”, entre el cosmológico y el fenomenológico, que solamente el
relato, por medio de la actividad “mimética” (en el sentido aristotélico), hace
comprensible, mientras que su vivencia aparece profundamente aporética para el
lenguaje conceptual” *32.
El tiempo apuñalado
René Magritte
Conclusión
No podemos hablar de conclusión, sí podemos decir que
asistimos a un cese de inmersión en está realidad visitada para retornar
probablemente a otras. Si han estado atentos a las palabras anteriores habrán
notado que nos hemos alejado, no solo de las demás cosas, sino de nosotros
mismos para convivir con ellas. Por más que ellas nos remitan a la reflexión
sobre el tiempo. Hemos abierto una hendija. Por allí hemos espiado la realidad
del tiempo.
Propiamente el tiempo de la poesía no es un tiempo,
allí no hay un trascurrir, sin embargo, la realidad se desnuda en la mimesis
poética. La poesía, así, apuñala el tiempo del reloj y se vuelve performativa,
trasformadora de almas, renovadora del mirar, nos cambia los ojos, amplia
nuestra mirada, rompe con la corteza asfixiante de lo meramente palpable y lo
funde con un más allá, aquí.
CITAS
CITAS
*[1] San Agustín de Hipona. Cfr. Confesiones. Xl, 14, 17.
*2Borges J.L. Otras inquisiciones
*3
Chaparro-Núñez, El hombre y la cultura, Pág.
23.
*4 “El centro de esta esfera es la tierra, la
cual es el ámbito de los seres corruptibles. En torno a ella se mueven las
esferas y las estrellas con un movimiento circular y eterno (en la cosmología
aristotélico y ptolemaica existen 54 esferas de compleja deducción
físico-matemática)” Ob. Cit. Pág. 24.
*5
Ptolemaica-aristotélica.
*6 Ob. cit. Pág. 47.
*7 Ob.
cit. Pág. 49.
*8 Carlos
Darwin (1809 – 1882) en Cs Biológicas y Jorge Cuvier en (1769- 1832) Anatomía
comparada.
*9 Ob. cit. Pág. 79.
*10 Ob. cit. Pág. 103.
*11 Filósofo y sociólogo Frances.
*12 Morin Edgar, La cabeza bien puesta, Ed. Nueva Visión, Bs. As.
*13 Ob. cit. Pág. 64.
*14 Aquel que se entiende como una mera sucesión continua de “ahoras”
*15Bachelard, G. La intuición del instante, p.115.
*16 Bachelard, G. La intuición del instante. p.115.
*17La espera es, luego de la donación de nuestro ser, una de las actitudes constitutivas del hombre.
*18 De Anquin, Nimio. De las dos inhabitaciones en el hombre. Ed. UNC, Córdoba, 1971. http://www.nimiodeanquin.com.ar/obras_y_escritos.php
*19 Bachelard, G. La intuición del instante. p. 117.
*20Bachelard, G. La intuición del instante. p. 117.
*21 Léase los maravillosos poemas de C.
Baudelaire, El albatros, Elevación y
Correspondencias, de Las Flores del
Mal, sobre la utilidad e inutilidad de la poesía-poeta.
*22 Heidegger, Martín. El origen de la obra de arte, en Caminos
de bosque.
*14 Aquel que se entiende como una mera sucesión continua de “ahoras”
*15Bachelard, G. La intuición del instante, p.115.
*16 Bachelard, G. La intuición del instante. p.115.
*17La espera es, luego de la donación de nuestro ser, una de las actitudes constitutivas del hombre.
*18 De Anquin, Nimio. De las dos inhabitaciones en el hombre. Ed. UNC, Córdoba, 1971. http://www.nimiodeanquin.com.ar/obras_y_escritos.php
*19 Bachelard, G. La intuición del instante. p. 117.
*20Bachelard, G. La intuición del instante. p. 117.
*23 Quizás por esto, en los cafés literarios o
en los encuentros, donde se hacen maratones de lecturas, se disfrute muy poco
en realidad de la poesía, pues es más bien, en soledad, silencio y recogimiento
desde donde surge un “espacio” propicio para el temple del animo necesario para,
luego, ingresar a/en la poesía.
*24 Heidegger, Martín. El origen de la obra de arte, en Caminos de bosque.
*25 Heidegger, Martín. El origen de la obra de arte, en Caminos
de bosque.
*26
Por ejemplo, la costumbre de acumular y difundir indiscriminadamente citas de
autores, filósofos, científicos, literatos por montones sin la capacidad de
adéntranos en ellas realmente.
*27 Los dichos de los padres del desierto,
Colección alfabética de apotegmas. Trad. P. Martín Elizalde (O.S.B). Vol. I y
II. Apostolado Mariano, Sevilla. Apotegma 738
*28 Apotegma 366
*29 Eliade Mircea. Mito y realidad, p.41.
*24 Heidegger, Martín. El origen de la obra de arte, en Caminos de bosque.
*29 Eliade Mircea. Mito y realidad, p.41.
*32 Cf. Tiempo
y narración. Tomo I
*Bibliografía
- Deleuze, Gilles. Kant y el tiempo, Ed. Cactus, Bs. As.,
2008
- Bachelard, Gastón. La intuición del instante, Ed. Siglo veinte,
Bs. As., 1980.
- Gordon, Samuel. El tiempo en el cuento
hispanoamericano. Ed. UNAM, México, 1989.
- Zambrano, María. Los sueños y el tiempo. Ed. Siruela,
España, 1998.
- Ricoeur, Paúl. Tiempo y narración. La configuración del
tiempo en el relato histórico. Ed. Siglo veintiuno, Bs. As, 1995.
- Eliade Mircea. Mito y realidad. Ed. Labor S.A.
Barcelona, 1992.
- Borges J.L. Otras inquisiciones.
- Heidegger, Martín. El origen de la obra de arte, en
Caminos de bosque, Ed. Alianza, Madrid, 1996.
- Los dichos de los padres del desierto, Colección
alfabética de apotegmas. Trad. P. Martín Elizalde (O.S.B). Vol. I y II.
Apostolado Mariano, Sevilla.
- Chaparro, M. y Núñez, R. El hombre y la cultura, Ed.
Del Litoral, Santa Fe, 1985.
Mariano Rodrigo Mariani
Ermacora Es
oriundo de la ciudad de Sante Fe, anclada en la llanura pampeana de nuestro
país. Tiene 35 años, es profesor de Filosofía (Instituto Castañeda) y pronto a
terminar su Licenciatura en Filosofía (UCSF) cursa, además, la Licenciatura en
Educación (UNQ). Impulsado por su maestro, por la búsqueda de un lenguaje que
lo acerque a las cosas y al hombre,
escribe poemas, narraciones y breves cuentos, donde intenta plasmar la
naturaleza profunda de nuestro ser y su relación con lo Otro. Ha participado de varias Bienales de Arte joven en su ciudad,
como así también en antologías, concursos y cafés literarios. Además participa hace 6 años de la
página iberoamericana de cuentos www.loscuentos.net
bajo el seudónimo de Chajá.
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