jueves, 22 de julio de 2010
LILA LEVINSON Desde Argentina Mendoza
Nacionalidad: Argentina Mendoza 18 diciembre 1941
Diplomada Gestión Social y Cultural
Locutora, periodista, conductora de programas, entrevistadora, animadora, relatora de noticiero en Canal 7 TV Mza, desde 1961 a 1982
Locutora y animadora Fiesta Nacional de la Vendimia
Conduce “El programa de Lila” por L.V.8. Radio Libertador y “De a Dos mejor” por la 97.5 Radio FM Signo
Publicaciones Coautora del libro de cuentos “Sin Colorete” 92 y “Suma de Cuentos” 2000, presentado en la feria del libro en la Habana el 16 de febrero de 2000. También h a publicado en las antologías de la SADE filial Mza, 90, 91, 92. 05/06. Publicaciones en revistas y diarios. Durante seis temporadas, ha publicado sus cuentos el suplemento “Cuentos de Verano” que edita diario Los Andes.
En proceso el libro de narrativa “Por Cuenta Propia”.
Algunos de sus premios:
Primer Premio Literario Aniversario Club Mendoza de Regatas / 91.
Mención especial género cuento Concurso literario Vendimia/98 Instituto Provincial de la Cultura.
Tercer premio, concurso literario nacional organizado por la Casa de la Cultura de San Genaro, Pcia. de Santa Fe, otorgado en noviembre de 2000
Distinción otorgada por la Honorable Legislatura de la Pcia. de Mza, por trayectoria en los Medios de Comunicación – abril 2001
Mención de Honor Certamen Literario Internacional 46 Aniversario Club de Leones de Buenos Aires. Junio 2001
Primera mención Concurso Literario Universidad Juan A Maza – Dbre 2001
Primera mención Concurso Literario Casa de la Cultura de San Genaro Pcia de Santa Fe Dbre 2001.
Distinción Sanmartiniana 2004
Ultimo cuento publicado en Los Andes el día 20 de enero de 2007
El día que fue su día
“Cuando ella se marchó, tras un altercado que lo dejó humillado delante de las dos criadas, se asombró de no haber sabido conseguir su amor.” El Denario del Sueño: Marguerite Yourcenar
Continúo con los ojos cerrados. No quiero que el sueño se me licue. Me despabilo con indolencia. Las imágenes recorren mi mente. Trato de asirlas con las cisuras, los lóbulos, el cerebelo. Imagino mis sesos, tibios, indiferentes a mi estado de ánimo. Sólo cumplen su misión. Como mi alma, ella no da las órdenes, no es tangible. Las órdenes las de mi cerebro, pero porque yo se lo digo. Entonces, quién realmente soy. No quiero que se me vayan las escenas del sueño, fue tan extraño. Floto en él para que no se diluya nada. Al que está en el sueño lo veo muy serio. Penetro en una habitación, supongo que es la de él. No hay fotos, ni adornos. Los muebles pelados. Alguno que otro libro, muchos CD. Un equipo de música.
¡Ah¡ Suena el timbre. Seguro es el diariero. Deseo seguir con los ojos cerrados, que lo atienda otro. La suavidad de las sábanas y el perfume de la crema de enjuague son agradables. Me concentro profundamente. Tengo que sujetar los detalles. Miro la habitación del sueño. Y a él. Está ahí. Intuyo que puede suceder algo irremediable. El hombre de lo soñado me dice: no quiero lazos, miro la vida de reojo.
¡Ay¡ mi hijo se ha asomado a la puerta. Si, estoy bien, tengo sueño, le digo. Retomo. No dejan ni siquiera recomponer un sueño. Nunca se tiene intimidad. Claro, es en nombre del amor, pero asfixia, oprime. Cómo se entiende este amor.
Hoy es viernes día de salida de mi marido con sus amigos. Seguro que vendrá a la madrugada, como de costumbre, con una sonrisa encubierta. Ya no digo nada. El desgaste me tiene constreñida y sumida en pensamientos que una y otra vez van y vienen. Me hago la pregunta imbécil: dónde quedó la pasión, los besos, la mirada de confabulación entre los dos. Lo que queda es una caricatura borrosa de lo que fue. El monstruo del tiempo devora todo con un apetito insaciable y socava sin piedad los cimientos del amor.
Espero que nadie de esta casa siga interrumpiendo mi modorra y mi quimera de continuar con lo soñado. Hago un esfuerzo, vuelvo a recordar a aquella habitación, la veo polvorienta, se nota que a su habitante no le interesa el lugar, sólo para estar y escuchar música. ¿Qué música será? Eso en el sueño no lo sé. Ahora, despierta, tengo curiosidad. Tal vez él sea yo. Viene a mi memoria lo que me dice, que no quiere tener apegos de ninguna índole, que sólo quiere escribir historias. ¿Será esa su voz o es la mía?
Tengo que ducharme, vestirme. Ir al trabajo. Soportar a la jefa. Su desprecio y su despotismo por un sueldo injusto. Después venir a casa y continuar la labor.
Si sigo pensando acá, tirada en la cama, no podré pasar a buscar la ropa a la tintorería. Bueno, no importa. Eternizo quedarme con los ojos cerrados, igual ya es tarde para todo. Hago un último intento de volver a lo onírico. Repaso las escenas como flash de un film. Él allí, con sus ojos verdes. Yo, como observadora. Puedo captar su mirada. Me asombra tanto rencor. Ahora rememoro que él tomó unas tijeras y cortó papeles con fuerza. Corta y corta. Se desembaraza de los merodeadores del pasado, de las aves de rapiña que lo han desangrado. Me dice que se hartó de las relaciones estancadas, de lo arcaico, de los caminos cerrados, de los impedimentos absurdos. Me dice que la fiesta de los otros terminó y ahora empieza la de él.
Y si yo hiciera lo mismo. Pero no, mis cargas, mis tabúes, mis dogmas, mis miedos, mis prejuicios, no me lo permitirían. Se precisa de mucho coraje para dejar atrás años de condicionamientos, décadas de falsedad.
Me tengo que levantar. Pienso en lo metódico del desayuno: hacerles las tostadas, exprimir las naranjas, observarlo a él que, sin mirarme, como si fuera invisible, conversa con los chicos, comenta temas del diario, les pregunta por sus actividades y se ríen. Chicos, ya tienen veinticinco y veintisiete. Podrían irse. Pero donde van a estar mejor que acá, con esclava a domicilio y sin paga.
Suena el teléfono, debe ser de la oficina. Que revienten. Hoy no voy.
Qué barbaridad, las imágenes ya se desdibujan, no logro sujetarlas. Continúo acostada. Con el rabillo del ojo veo que se asoma por la puerta mi hijo.
El sueño desapareció. Únicamente me queda el rostro del hombre alucinado. Aún no sé si era él o si era yo.
“Tú puedes. Hoy es tu día”, dicen los programadores de liderazgo. Como si fuera tan fácil. Significa dejar el rebaño. Terminar con las postergaciones. Estar sola con una misma, hacer lo que se desea, porque en realidad se da la atención a toda clase de cosas inservibles.
Pego un salto y me levanto de la cama. Entro a la ducha. El agua cae sobre mi rostro, sobre mis sesenta y cuatro años Me visto para no sentirme desnuda ante el derrumbe y el desamparo.
Tiro ropa adentro del bolso, la tarjeta y mis ahorros. Bajo en silencio las escaleras. Me siento tan joven, divertida y sin respiración. Desde la cocina oigo los comentarios sobre mí.
Cuando ella se marchó, él se sintió humillado. Se asombró de que ella no supiera valorizar su amor
Lila Levinson
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